jueves, agosto 25, 2005

SUEÑOS EPITELIALES


La pequeña sala de espera estaba muy bien iluminada y era completamente color crema, al igual que el escaso mobiliario consistente en dos bancos adosados a las murallas, lo que le daba un aspecto de acogedora pulcritud. Por la puerta, que permanecía todo el tiempo abierta, unas pocas personas iban y venían.

Nadie sabría decir si los dos jóvenes al llegar estaban vestidos o no, lo cierto es que cuando se vieron ya estaban completamente desnudos. Se saludaron alegremente, como los conocidos que eran, y en vista de las circunstancias, decidieron hacerlo...

El chico estaba sentado en uno de los bancos, casi al borde, e inclinó su tronco hacia adelante, dejando el espacio suficiente para que ella subiera sobre sus caderas y apoyara el pecho sobre su espalda, acoplándose ambos así en una sola figura inclinada.
El rostro de la chica quedaba justo a al altura de la oreja de él, y el rito consistía en interactuar justo en ese sector por medio de suaves palabras, soplidos, lengüetazos y todos los posibles artilugios. Toda aquella zona oreja-cuello-hombro parecía ser el espacio íntimo por excelencia, la puerta de entrada a la otra persona.

A medida que se desarrollaba el rito, en sus sonrisas se podía ver que ambos comenzaban a sentirse cada vez más plenos, como si esa forma de unirse los fuera completando de una manera mas profunda que el placer. Sus pieles también se iban transformando gradualmente, llegando a estar finalmente tan tersas como de recién nacido y exactamente del mismo color.

A ninguno de los seres alrededor parecía incomodarles esta situación, los más relajados incluso sonreían instintivamente al verlos, como quien sacude el polvo de sus buenos recuerdos.

Después de un rato, con un dedo la chica rozó levemente su propia piel al costado del tronco, y luego hizo lo mismo sobre el costado de él, descubriendo entusiasmada que podía sentir el roce de su mano en ambos cuerpos. Sus pieles se habían transformado en una sola.

Junto con este descubrimiento, notaron que un exquisito olor dulzón los comenzaba a envolver, casi imperceptible al comienzo, pero que iba creciendo en intensidad.
En ese punto la alegría de ambos se convirtío en euforia, y comenzaron a balancearse hacia atrás y adelante, cada vez con más energía, hasta que ella no pudo afirmarse y resbaló, pasando a llevar su mano con la hebilla de la cartera que la señora sentada al lado había dejado sobre el banco.

Sin dejar de reir, la chica vio la sangre que empezaba a brotar de la herida, y para su mayor conmoción, descubrió que el aroma dulzón que acababan de sentir provenía de la sangre, que también se había transformado junto con la piel.
Se miraron desconcertados y emocionados a la vez, y él, tomando la mano herida suavemente, la olió larga y pausadamente. Obedeciendo a un impulso, comenzó a lamer la sangre, primero con cautela y luego ansiosamente, a lo que ella reaccionó siguiendo su ejemplo.

Completamente extasiados, con las cabezas muy juntas, terminaron de limpiar toda la sangre en la mano, y cuando ya no salío más comenzaron a buscar los restos en la boca del otro, recorriendo con la lengua las comisuras de los labios, los dientes, las encías, el paladar, introduciéndose cada vez más profundo. La feliz plenitud que habían alcanzado juntos se transformaba de a poco en una extraña ansiedad que los quemaba por dentro. Inconscientemente habían cerrado los ojos, abandonándose por completo a esa nueva sensación, cuando alguien gritó.

Miraron sobresaltados a su alrededor y vieron a la señora de la cartera con las manos sobre la boca, como queriendo ahogar el grito que ya había dejado escapar. Vieron también como el resto de las personas a su alrededor los miraban espantados o con franca expresión de reproche. Los únicos indiferentes era un par de niños que jugaban en el suelo.
Finalmente se miraron entre ellos, descubriendo con asombro que sus pieles habían enrojecido, dejando de ser tersas y homogéneas. El olor dulzón también había desaparecido, y al mirarse a los ojos notaron, con algo de pudor, que ya no eran simples “conocidos”. Se sentían uno parte del otro, más allá de haber compartido la misma piel y probablemente la misma sangre.

Sin querer habían llevado el rito a niveles nunca alcanzados, llegando a estar físicamente uno dentro del otro, transgresión casual que los había revolucionado interiormente. Y cuando los adultos se acercaron para separarlos sintieron una punzada de pánico al darse cuenta de lo grave que parecía ser la situación y de que aquello que no llegaban a entender, pero que había definitivamente comenzado entre ellos, sería brutalmente cortado.

Lo que vino fue un enredo de gente rodeándolos y hablándoles persuasiva pero firmemente. Apenas entendían palabras sueltas, como “antihigiénico”, “arcaico”, y una que ni siquiera conocían: “beso”.

Al otro día, en el periódico local, uno de los titulares decía: “Primera historia de amor en siglos”. El artículo comenzaba: “Por un descuido de los presentes, lo que comenzó como un simple rito entre dos jóvenes estuvo a punto de terminar en tragedia”, junto a un recuadro con referencias históricas para explicar lo que era una historia de amor.
“Por todos es sabido que el proceso arcaico de apareamiento dista mucho de lo que hoy se conoce como “el rito”, en el cual nuestra evolución como especie nos ha permitido alcanzar niveles notorios de interacción mental sobre un mínimo de interacción física”, y continuaba explicando como con esto se habían eliminado factores tan perniciosos para los humanos como el deseo y el sentimiento de pertenencia.
“En nuestra sociedad, que hace tiempo ya había logrado eliminar el alcoholismo, la drogadicción y las penas de amor, no nos podemos permitir un retroceso de esta naturaleza”, opinaba el analista social al final del artículo.

Algunos años después, un día de mucho calor, volvieron a encontrarse por casualidad en un parque. Ninguno llevaba ropa, y por primera vez tuvieron el impulso de cubrirse a la vista del otro, e instintivamente ella corrió a ocultarse tras un árbol mientras que él lo hizo tras un arbusto. Se volvieron a mirar, cayendo en cuenta de lo absurdo de la situación, y empezaron a reir. Terminaron en un café, conversando animadamente de todo lo que había pasado después de ese día.

Los dos habían recibido instrucción prematura sobre la historia de la humanidad, y de como se había descubierto hace muchos años que gran parte de los problemas de la sociedad, desde los pequeños inconvenientes hasta las grandes guerras, provenían del enfoque equivocado que se tenia del amor y de las relaciones entre las personas. Como resultado de todo este aprendizaje, lo que antiguamente se denominaba “sexo” se había transformado en una forma de interacción mucho mas pura e inofensiva.

Tan convencida había quedado ella de lo acertado de esta evolución, que se dedicó a investigar mucho más sobre sus raíces, convitiéndose en una experta analista social. Él por su parte se había convencido tambien de que era lo mejor, sin embargo soñaba a menudo con ese día, y ni las canciones que compuso, ni las pinturas, ni los poemas y escritos que creó al respecto, transformándolo de paso en un conocido artista, lograron desentrañar el misterio de aquella sensación.

Mientras la oía hablar, observaba como se había transformado en una joven mujer cientifica, de pensamiento muy racional, tan distinta a la ingenua y espontánea chica que fuera hace tanto tiempo. Ella comenzó a notar que él la miraba con un brillo extraño en los ojos, y un poco turbada decidió cambiar rápidamente el tema de conversación para hablar sobre sus experiencias con el rito.

Por supuesto que en esos años ambos habían avanzado enormemente en la técnica, llegando a controlar las transformaciones físicas que ocurrían en el acto, y él le contó cómo incluso había experimentado con las mutaciones a formas animales, logrando una vez transformarse completamente en pájaro. Ella le confesó entusiasmada que esa era también su meta, pero no había llegado a transformarse completamente por el temor de que alguna interrupción en el proceso hiciera que la transformación fuera irreversible. Siguieron hablando por horas sobre el tema, hasta que les pareció que lo mas natural sería practicar la transformación en conjunto, para lo cual quedaron de juntarse en la tarde del día siguiente en el parque.

Al principio ninguno pensaba mucho en lo que había pasado entre ellos hace años, y empezaron con el rito de la misma manera conciente e impersonal que lo hacían siempre. Pero en cuanto comenzaron a sentir nuevamente aquel aroma dulzón, los recuerdos de aquella sensacion de ansiedad se hicieron violentamente patentes, al punto de que volvieron a sentirla, perdiendo todo el control sobre la transformación que buscaban. Ella, molesta con esto, luchaba por recuperar la concentración y él, abrumado por esa sensación que había perseguido por años, no pudo resistirse y se volvió para buscar la boca de ella, pero ella lo rechazó con un empujón, cayendo ambos al suelo.

Se miraron llenos de angustia, y ella, pese a estar temblando entera, comenzó a decirle casi a gritos que no era posible que volvieran a cometer el mismo error, que él no tenia idea de lo que podía llegar a pasar si lo hacían, no solo con ellos sino que con todos los que los rodeaban, y que ni siquiera estaban en condiciones de hacerlo realmente por que sus órganos sexuales se habían atrofiado con la evolución. Él la miraba sin entender, entonces ella se calmó un poco y comenzó a explicarle que eso a lo que se le llamaba “sexo” era practicamente lo mismo que el apareamiento de los animales, donde el instinto que los guiaba era un sentimiento que en los seres humanos se llamaba “deseo”, que era lo que ellos habían sentido ese día hace muchos años y también hace un par de minutos.
Continuó explicándole que las teorías que ella había estudiado decían que el delicado equilibrio en que se vivía actualmente era producto de la evolución en las relaciones, y que cualquier intento de volver al sistema anterior significaría volver a todos los problemas y calamidades que sufría anteriormente la humanidad. Incluso si trataran de mantenerlo en secreto, sus personalidades cambiarían de tal manera que en la interacción diaria con las otras personas produciría reacciones en cadena que terminarían por destruir toda esa armonía en la que vivían.

Él se sentía aturdido y sin poder creer que esa experiencia que en todas sus creaciones jamás había podido volver a atrapar, lo que tanto lo había atormentado por todos esos años, se le estuviera escapando de las manos otra vez. Normalmente habría llegado a entender, incluso a aceptar, todo lo que ella le estaba diciendo, pero en ese minuto lo único que pensaba era en lo absurdo que era renunciar esa increíble sensación sólo por lo que dijeran unas ridículas teorías.

Pese a su seriedad ella no dejaba de temblar, y al ver esto él se acercó para tomarla de la mano sin decir una palabra. Estuvieron sentados sobre el pasto mirándose en silencio durante un buen rato, hasta que ambos lograron calmarse y la exitación anterior se transformó en ese extraño sentimiento de pertenencia que habían tenido la otra vez.

Ya habia anochecido, y pese a que estaban iluminados de cerca por uno de los faroles del parque, una pequeña ave rapaz bajó desde los arboles y se posó justo entre los dos. Ambos la miraron, asombrados de la cercanía del pájaro salvaje, y de pronto una idea paso por la mente de él, iluminándole el rostro en una sonrisa. Ella lo miró extrañada y casi de inmediato comprendió lo que pensaba, soltando su mano y retrocediendo en un gesto brusco que espantó al ave.

!No! -comenzó a decir, pero él se le adelantó y en un rápido movimiento acercó
sus labios a los de ella, rozándolos muy despacio entre si, para luego hacer lo mismo con la lengua, introduciéndola suavemente en su boca, al igual que la vez anterior. Ella pensaba angustiada e incrédula en que no era posible que tuviera que dejar todo lo que había sido su vida antes solo por eso, pero entonces los pensamientos comenzaron a diluirse para dar paso a esa increíble sensación que se repetía una vez más y dejo de resistirse. Y así, con labios y lengua siguieron recorriendo sus bocas para luego pasar al rostro, cuello, brazos, mientras sus pieles se iban calentando y enrojeciendo y sus corazones comenzaban a palpitar con mas fuerza.


Y así estuvieron, tocandose con manos y labios por todo el cuerpo, hasta que casi en forma milagrosa el pequeño miembro atrofiado de él se volvió erecto. Esto los desconcertó mucho en un primer momento, pero luego se dieron cuenta de que simplemente estaba pasando lo que sucedía con los animales cuando se apareaban, y sin pensarlo comenzaron a tratar de imitar a estos. Les resulto muy aparatoso en un principio, pero finalmente lograron acoplarse, sintiendo ambos al comienzo un intenso dolor que terminó transformándose en un aún más intenso placer.

Al terminar estaban agotados y sudados, con el corazón aún latiéndoles rápidamente. Él la abrazó con fuerza, como quien retiene a alguien que esta a punto de huir. Ella se dio cuenta de que en realidad ya no había vuelta atrás, y de que ni siquiera quería volver atrás, y se le acercó al oído para susurrarle un tímido “si”, Él se volvió loco de alegría y la sentó sobre sus piernas meciéndola de un lado a otro, en una especie de baile de celebración, mientras ella reia y lloraba al mismo tiempo.

Ya mas tranquilos, él le explicó brevemente como tenían que hacerlo, y se pusieron en posición para comenzar con el rito. Esta vez el deseo no los desconcentró, y luego de unos minutos empezaron a notar como la piel se iba transformando y el olor dulce los iba envolviendo.
Primero fue él a quien empezaron a crecerles las plumas, desde los hombros y extendiéndose por los brazos que al mismo tiempo se alargaban en finas alas. Ella se esforzó más aún en concentrarse, hasta que comenzó a transformarse de la misma manera cuando él ya tenia casi todo su cuerpo cubierto de plumas. Luego fue el rostro de ambos que empezó a aguzarse en un pico parecido al del ave que habían visto un poco antes, y finalmente vino la parte más dificil que consistía en cambiar de tamaño hasta alcanzar el de un pájaro real.

Ya comenzaba a amanecer cuando la transformación estuvo completa en ambos, y en una última inhalación profunda para darse valor, ella se soltó bruscamente, sellando de esa manera para siempre la transformación.

Se miraron, sintiéndose tan libres como cuando recién se conocieron y aun no sabían nada de la sociedad y su evolución, y emprendieron el vuelo sabiendo que no tendrían que separarse nunca más.

lunes, agosto 01, 2005

(Como una) DANZA


Las lámparas de colores y los tonos frescos de las murallas dan al café un ambiente de feliz interior que contrasta con el paisaje urbano que ahí afuera se agita. De no ser por el invasivo humo de cigarro, se diría que es el nirvana de los citadinos como yo.


Las lámparas de colores y los tonos frescos de las murallas dan al café un ambiente de feliz interior que contrasta con el paisaje urbano que aquí afuera se agita. De no ser por el invasivo humo de cigarro, se diría que es el nirvana de los citadinos como yo.



A través de las ventanas la veo acercarse, detectando mi mirada y llenándola con la fuerza de sus ojos. La invito, sin palabras, a mi nirvana (de cualquier forma una mirada así se abre camino donde sea). Ella sigue al fondo del café, mientras yo intento recuperar la atención que prestaba a la mujer sentada frente a mí.


A través de las ventanas siento (y luego veo) su mirada, abriéndome con sus ojos un espacio irresistible donde ir a caer. Saludo a la camarera, sin saber definir la sensación que él me acaba de provocar, y cuando me atrevo a volver a mirar, reparo en la mujer con la cual conversa.


¿Qué era lo que decía esta mujer? Y qué pasa con estos dioses del Olimpo que no la transforman en la que acaba de entrar? ¿Para qué están ahí si no?


¿Qué era lo que había en esos ojos? ¿Y qué hago yo alejándome de ellos? ¿Qué diablos me importa esa mujer?


Bendita coincidencia. El único lugar donde puede conectar su computador es junto al mío.


Bendita coincidencia. El único lugar donde puedo conectar mi computador es junto al suyo.


Se comienza a instalar con toda ceremonia en la mesita frente a la mía, junto a la ventana. La mujer se empieza a despedir.. algo de : "después nos vemos"... Sí, cómo no, después...


Me comienzo a instalar con toda ceremonia en la mesita frente a la suya, junto a la ventana. Desenrollo el cable lentamente, esperando el momento en que la mujer se termine de retirar.


Cómo contrasta su figura al inclinarse con lo gris del paisaje. Cómo hacer que mis sentidos se extiendan hasta el extremo del cable de mi computador... sentir el roce de su mano...


Cómo saber si sus ojos todavía se abren hacia mí... Cómo poder descartarlo de entre los tantos que siguen ese extraño manual donde la mujer respetable sólo se limita a esperar (no saben de las niñas impacientes como yo).


Me mira, ignorante de toda su historia en mí.


Lo miro, tratando de fingir absoluta naturalidad al hablar. -¿No se desconecto tu computador? Es que mi enchufe es gordito y empujó un poco al tuyo...


-Eh, no, si no la lucecita se pondría roja. (¡Que pelmazo de respuesta!, si parezco un niño).


-Ah (¡que dulzura de respuesta!, si parece un niño) -sonrío.


No sé que decir.


No sé que decir.


¿Hablarle del computador? Si lo que me inspira es poesía... Voy a sonar más pelmazo aún.


¿Hablarle del computador? Si de lo que quiero saber es de su mirada... Y que pelmazo sonaría ahora.


No puedo dejar de mirarla...


¡No puedo mirarlo!


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Uff, me tengo que ir.


Uff, se va... ¡Uy, se devuelve!


-La propina -le digo sin pensar, ante su mirada perpleja.


La propina... Casi me mata. Sonrío.


-Chao.


-Chao.


Espero volvamos a encontrarnos, mi vida.


Vuelve cuando quieras, mi amor.



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Hace más de una hora que salí de ahí... ¿Estará ella todavía?... ¡Si, ahí esta!


Bueno, al menos tengo un principio...: "Las lámparas de colores y los tonos frescos de las murallas daban al café un ambiente de feliz interior..." ¡Ahí esta! ¿Qué hace en la vereda de al frente, mi amor?


Ya sé a quién dedicaré mi próximo poema


Ya sé sobre qué tratará este cuento.

ETERNA


-!Dios, mátame por favor! -pensaba ella mientras iba en el bus, en ese día horrible que ya se había convertido en noche. Se sentía como en una burbuja, lejos de la cotidianidad de los seres junto a ella, para los cuales ese era solo un día mas, el anterior a mañana.

-Si lo he hecho todo mal aquí en la tierra, ¿para qué me quieres acá? ¿No te seria más útil si me dieras otra oportunidad, si pudiera trabajar junto a ti, ser aprendiz de ángel o algo así? -decía ella, pensando en el ser protector que siempre había creído tener al lado, aunque en ese momento, reconocía, ni un ejército completo de ángeles hubiese logrado protegerla de todo el dolor que sentía.

Al mismo tiempo tomaba conciencia de que, habiendo llegado al punto en que estaba, no tenía mucho ``curriculum" como para postular a ángel precisamente, si ni siquiera lograba cuidar de sí misma... Pero tampoco soportaba la idea de seguir viviendo, seguir fallando de esta manera, hiriendo a los que más quería. Y ademas, pensaba, suicidarse hubiese sido ciertamente el último gran dolor que hubiese causado. Demasiada desesperanza y preguntas sin contestar para ponerlas sobre el corazón de su familia y amigos.

-Pero si fuera en un accidente, si te llevaras mi vida a cambio de la de otro que tenga más futuro que yo... Mi familia lo superaría más rápido, quizás hasta podría volver en sus sueños a decirles lo bien que me hizo morir...

Y así, mientras se asombraba de seguir teniendo anhelos tan infantiles en medio de tanta amargura, apoyó su cabeza en el cristal del bus que se humedecía con su aliento, siguiendo el ritmo de lo que parecía ser un corazón agonizante.

De pronto el cristal estalló en mil pedazos, y ella, empujada por un cuerpecito a su derecha, salió volando por el hueco del cristal que ya no estaba. Su vuelo duró lo que dura una caída libre de 30 metros, con tal suerte que el único lugar en que se golpeó antes de caer al mar fue la cabeza. Pero no hubo dolor (o al menos esta vez no le importó), ni angustia, ni adrenalina, ni instinto de supervivencia, sino un infinito agradecimiento por haber sido escuchada, y más aún, haber recibido el regalo de sus eternas fantasías: volar y ser sirena.

Una vez fuera del cuerpo, su alma fue a encontrarse con Dios, que la esperaba flotando sobre el mar frente al lugar del accidente, con una sonrisa de persona sabia.

-¿Y de verdad tienes forma de hombre? -le preguntó ella al verlo.
-Es la que tu mente me da -le dijo él-. Pasará un buen tiempo antes que puedas verme tal como soy.
-Ah... ¿Y puedo abrazarte?
-¡Claro!- contesto él, y abrió sus brazos para que ella se acercara.

Mientras lo abrazaba, llegaron a sus ojos las luces de la ambulancia que se estacionaba frente al bus.

-Dime, ¿y murió alguien más en el accidente?
-Una persona lo va a hacer luego. Tú eras la única que tenía apuro por hacerlo -y le guiñó un ojo, mientras ella se reía de estarse riendo de la muerte, lo cual, pensaba, solía ser un tema tan tabú hasta hace un par de... ¿minutos? La verdad es que le parecían siglos.

Después de unos instantes observando lo que era el mundo en que había vivido 29 años (que ahora le parecían 29 segundos), se puso frente a Dios y le dijo: -Y bueno, ¿qué tengo que hacer ahora? ¿Vas a enseñarme a ser ángel, o tengo que pasar por el purgatorio? -dijo con susto, recordando que probablemente no estaba en condiciones de dárselas de ángel.

-Jajajajajajaja -se reía Dios-. Parece que tu alma todavía no se libera de sus prejuicios... Lo que me importa a mí son tus ganas de ayudar a la gente. Y bueno, es cierto que tienes mucho que aprender aún, pero para eso tenemos toda la eternidad -dijo sonriendo, mientras ella se asombraba una vez más de sentir la eternidad como algo natural.

-Acompáñame -le dijo Dios, mientras las estrellas giraban velozmente en el cielo y el sol salía como si lo hubiesen chuteado desde detrás de las montañas.
-¿``Acompañarte"? ¿Donde? -dijo ella media mareada, al ver que en realidad no iban hacia ningún lado.
-A mañana -dijo él, explicándole que ahora sus desplazamientos no serían sólo espaciales sino que también podrían ser temporales.
-¡Ohhhh, cuatro dimensiones! -dijo ella emocionada, recordando sus clases de física.
-Que linda tu capacidad de asombro. Ojalá no la pierdas muy pronto -dijo Dios.
-¿Perderla? ¿Y por qué habría de perderla?
-¿Recuerdas lo que te dijo tu amor sobre los ángeles, que actuán sin pena ni pasión?
-Y como iba a olvidarlo -dijo ella, por primera vez triste después de morir-, si tantas veces deseé que me mostrara su pena y su pasión.
-Bueno, es cierto, y es una de las cosas a las que vas a tener que acostumbrarte si quieres ser ángel -dijo él-. Aunque probablemente no te vas a dar cuenta cómo un día ya dejarás de sentir como lo hiciste en vida.

Y ella se quedó pensando si acaso era tan buena idea ser ángel, aunque en ningún caso podría ser mejor volver atrás.

Lo primero que hubo de hacer fue presenciar el dolor de sus seres queridos al enterarse de su muerte. Le partió el alma (y podía ver las fisuras en su pecho) ver a su mamá, hermana, hermano, papá, amigas y amigos enfrentarse a esa pérdida, con un sentimiento parecido al que había tenido ella antes de morir... Sin embargo, pudo cumplir lo que se había propuesto de visitarlos en sueños para decirles lo bien que estaba, y que siempre estaría ahí con ellos.

Luego vinieron las visitas a la gente que necesitaba ángeles. Algunas veces las situaciones eran tan desesperadas, y la gente tan fuerte frente a eso, que a ella la avergonzaba pensar que por mucho menos ella se había rendido... Pero eso ya no importaba porque finalmente estaba haciendo algo que servía. Los casos más difíciles eran aquellos en que las personas creían que las cosas no podían mejorar, entonces no se dejaban guiar por las señales que los ángeles ponían frente a ellos para hacerles las cosas más simples. Había también veces que ella lloraba a mares mientras abrazaba a alguien que apenas la sentía, y veía con estupor que no había manera de protegerlo de la tragedia que se le venía encima, no hasta que él o ella pasara por eso y aprendiera.

Así fue como vio y sintío tantas alegrías y penas, varias mucho más intensas que las que ella misma había vivido, hasta que un día se dio cuenta de que su cuerpo empezaba a verse semitransparente.
No fue algo que le molestara particularmente. Después de haber perdido la gravidez al momento de morir, no le parecía tan extraño empezar a parecerse a la idea tradicional que se tiene de los espíritus. Lo extraño era que eso sucediera de a poco, y no inmediatamente, como había sido lo de poder volar.

Entonces se acercó a Dios para preguntarle, y se llevó una sorpresa cuando vio que él estaba tan semitransparente como ella.

-¿Qué pasó? -le pregunto ella- ¿Por qué estamos así, translucidos?
-Te dije que después de un tiempo empezarías a verme tal cual soy.
-¡¿Transparente?! -dijo ella.
-No -contesto él riendo-. Recién estás empezando a dejar de verme como no soy.
-¿Y yo, tampoco soy como me veo? -dijo ella, empezando a entender.
-Tú estás dejando atrás tu fase humana y liberándote de las limitaciones a las que estabas sujeta. ¿Recuerdas el conflicto que tenías con la belleza? ¿Lo injusto que te parecía que a ciertas personas les fuera más fácil captar la atención de otros por el simple hecho de ser bellas? Era efectivamente una prueba, una limitación a la que muy pocos logran escapar en vida.
-Pero yo no fui una de ellas -dijo entristecida.
-No, sin embargo lo estás haciendo ahora. Te estas liberando de eso y mucho más.

Y entonces ella tomó conciencia de que cada vez le costaba menos dejar que alguien pasara por una experiencia difícil, solo lo iba a esperar al final del puente, o lo tomaba de la mano en el momento en que iba cayendo para sonreirle y decirle sin palabras que pasara lo que pasara no estaba solo y que había algo después de eso.... Sin pena ni pasión. Recién empezaba a comprender.

Y así pasaron los años, hasta que una tarde encontró entre los vivos al que había sido su amor. Vio como una luz roja se encendía en el lugar donde se supone estaba su propio corazón, y no pudo resistirse a acercarse para oir sus pensamientos. -A ver si esta vez entiendo algo -se dijo, sonriendo.
Al aproximarse vio que, pese a que él no podía verla, su corazón también se encendía, y alrededor de éste se podía ver el alma en una luz azul con unos relieves de formas extrañas. Se sorprendió al ver que su propia alma también se ponía del mismo color, y después de un rato se dio cuenta de que sus relieves eran los mismos que los de su amado, pero inversos, es decir, se complementaban, como una llave con su cerradura...

Entonces ella lo abrazó, desesperada, y por primera vez en mucho tiempo volvieron a brotar las lágrimas de sus ojos. El súbitamente se acordó de ella sin saber por qué.

Las preguntas se atropellaban en su cabeza. Si efectivamente eran el uno para el otro ¿Por qué no se habían podido dar cuenta? Por qué se les había hecho tan difícil estar juntos? ¿Por qué él la había abandonado ese día fatídico? Y se dio cuenta de que ella también lo había abandonado a él al morir voluntariamente. Entonces permaneció abrazada a él largo rato. Sentada sobre sus piernas acariciaba su rostro, su pelo, e iba descubriendo los cambios que habían producido en él los años.

El, junto con el recuerdo que venía intenso como hace mucho tiempo no lo hacía, sintió su corazón latir violentamente, como aquellas veces en que la volvió a ver después de mucho tiempo. No fue sino hasta que llegaron sus nietos corriendo a sus brazos que dejó de tener esa extraña sensación.

Cuando ella vio a Dios a la mañana siguiente, quiso saber por qué las cosas habían sido de esa manera, y él le dijo: -Tu ángel sufrío mucho ese día, pero ya había aprendido que tenía que dejarte pasar por eso.

En ese minuto ella recordó todas las veces que sintió que alguien la protegía cuando estaba viva. De hecho le parecía que debía de ser más de uno, porque eran muy eficientes.

Después de unos segundos reaccionó y le dijo: -¿Pero cómo dejarme ``pasar" por eso? ¿Acaso va a terminar alguna vez? ¿voy a aprender algo de esto?
-Yo diría que acabas de hacerlo -dijo Dios sonriéndole.
-Va a terminar... -repitió ella como en sueños.
-Recuerda que tenemos toda la eternidad por delante -le contesto él.

Y ella se rió de sí misma al ver cómo de pronto la invadían unas súbitas ganas de vivir.

viernes, julio 29, 2005

EL GATO MARCIANO


El gato marciano entraba por la ventana de mi noveno piso, donde yo me creía a salvo hasta de las arañas.

El gato marciano se acercaba mirandome directo a los ojos, meciendo la cola suavemente. Me rodeaba, jugaba, ronroneaba.

El gato marciano dejaba de mirarme en cuanto yo desviaba la vista. De reojo yo podía ver cómo él lamía su pata.

El gato marciano volvía a mirarme apenas yo lo miraba de nuevo. Con actitud complaciente me decía: “Ese pelaje verde tuyo me dice que te gusta jugar con madejas de lana”.

El gato marciano daba dos vueltas más a mi alrededor. Con voz de padre preocupado me decía: “Esos ojos tan azules tuyos son indicio de debilidad”.

El gato marciano me miraba directo a los ojos sin ver más que su propio reflejo.

(Dedicado a tanto egomaniacoobsesivo que hay en este planeta)

jueves, julio 28, 2005

El Momento del IkiBigBang


En este preciso momento se crea el IkiUniVerso... Del pequeño Ikipunto inicial, la energía sale como caballo de la bomba expandiéndose hacia donde pilla. A medida que se aleja, van apareciendo las piñuflas de partículas que en una orgía cósmica sin igual se miran de reojo, se hacen cambio de luces, atinan, se mandan a freir monos y terminan enamorándose y arrejuntándose, pariendo fotones y otras particulotas de materia que continuan desparramándose hacia lugares que sus progenitores jamas verán, en busca de transformaciones, destrucciones y creaciones...
¿Que irá a resultar de toda esta melcocha pregaláctica? Ni siquiera el que pegó el chirlito inicial lo sabe...